Soy una mujer de costumbres extrañas, paso más tiempo de lo que me gustaría tratando de descifrar cuál es el camino más corto para llegar a un lugar, y a veces, cuando siento que nadie me observa, persigo burbujas.
Pero entre todas mis rarezas (todas ellas muy queridas) tengo una que sobresale por encima de todas, una que no descubrirías a menos de que husmearas por mi cuarto con mucha atención.
Colecciono separadores de libros.
Lo empecé a hacer mucho antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo.
Supongo que es una prueba más de lo mal que se me da soltar.
Todos, desde las frases graciosas de la gandhi, hasta las servilletas de la estación de autobuses. No me gusta ir por ahí prostituyendo separadores, haciéndolos danzar entre una historia y otra.
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