no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo
una no sabe a donde va hasta que comienza a caminar
Estoy escribiendo un libro y no tengo ni la menor idea de lo que estoy haciendo.
Nunca quise decirlo así, y para ser honesta, no sé siquiera si he mencionado estas palabras en voz alta.
Lo que siempre quise decir: escribí un libro.
Siempre soñé con ser la mujer que escribió un libro, no la que escribe.
Ser la que escribe es incómodo.


Estoy escribiendo un libro, como una acción continua e incómoda, porque confesarme hace a otros ojos testigos de mi tropezar.
Nunca quise hablar de esto en presente. Me parece demasiado extraño, ingenuo, quizá.
Al mundo le encantan los puntos finales, los créditos y los epílogos.
Los seres humanos somos adictos a terminar, acabar, lograr. A todo eso que puede marcar el fin de un proceso.
Dibujamos las lineas de inicio y final porque nos ayudan a contener nuestra experiencia, porque muchas veces es lo único que le da sentido.
Pero creo que hay cierta intimidad en los procesos inacabados. En las ideas que todavía no terminan de cobrar forma, esas que habitan a medias entre el mundo material y nuestras mentes.
La intimidad que se esconde en decir no sé y confesarse inexperta, una oportunidad para sentirse sostenida.
La confesión de un extraño que me permite a mí también hablar de todos esos procesos inacabados, de todos esos recovecos donde aún soy inexperta.
Me asusta pensar que las únicas cosas de las que podemos hablar es de todo eso que hemos acabado de sortear. Ojalá se hiciera costumbre, esto de confesarnos a medio camino llenos de incertidumbre.
Y no, no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo. Al menos no cuando empiezo a escribir, después de quince o veinte minutos escribiendo, tengo un poco más de certeza de saber a dónde voy.
Una no sabe a donde va hasta que comienza a caminar.
El proceso. Ese incómodo de ponerse a escribir. De descubrir que nuestras pasiones esconden cierta disciplina, o al menos dedicación.
Hay una voz que me dice todas las mañanas, que quizás no debería ponerme a escribir, que quizás no tengo nada relevante de lo que hablar.
A veces creo que esa voz en mi cabeza tiene razón, otras muchas siento que es la pereza disfrazada con buenos argumentos.
Y tal vez solo estoy escribiendo esto para que haya testigos. Testigos de que una buena historia tiene siempre algo detrás.
Miedos, dudas, tiempo y pretextos para dejarse convencer sobre lo mala idea que es.
Para dejar huella de que saber lo que una hace, no ha sido requisito nunca para hacer nada.

preguntas que traigo en la mente esta semana y te quiero regalar
¿Qué proceso, aun sin terminar, no te has permitido compartir?
¿Qué haces en silencio que te gustaría gritarle al mundo?
Me despierto después de un sueño inquietante con tus palabras y son como la explicación a ese sueño. Sólo puedo decirte que lo hagas. Que no escribes en el vacío. Que da igual si ahora no tiene sentido, (lo tiene, lo tendrá). Gracias por expresar la incomodidad de los procesos. Hacer algo desde tu verdad se vive así, incómodo. Le doy un abrazo a ese estado intermedio y le digo que es suficiente así y que también tiene su belleza.
Que gran noticia poder decir en voz alta y darle ese nombre y lugar a un hecho tan importante como decidir y empezar a escribir un libro y cumplir un deseo. Seguro tendrás muchas lectoras esperando noticias 🤗