Ayer terminé de leer Actos Humanos de Han Kang, en un arrojo de valentía y con un café a mi lado. Hay cosas que una no puede hacer sin una taza de café entre las manos.
Me costó leerlo, lo empecé en enero y hace apenas pude terminar la última página. Es de esas historias en las sientes que no puedes sumergirte por completo porque correrías el riesgo de perderte.
Siempre me he considerado una ávida lectora, leo, las etiquetas de la caja de cereal y los mensajes que no me incumben. Leo de todo porque sospecho que me asusta el vacío de no hacerlo.
Lectoras, me encanta que tengamos nuestro propio adjetivo. Que no nos hayamos quedado solamente en “aficionados a la lectura” como pudimos haberlo sido de la música o del cine.
Han Kang me hizo cuestionarme algo que llevaba un tiempo dándome vueltas por la cabeza. ¿Dónde está la línea entre lector y testigo?
Me hizo pensar en la responsabilidad que cae sobre nuestro regazo cuando nos convertimos en lectores de estas historias, esas que evidencian la crueldad que nos rodea.
Porque en el mejor de los casos no somos simples consumidores en búsqueda de buena literatura, en el mejor de los casos las lecturas nos conmueven, nos asustan, nos acompañan. En el mejor de los casos, nos volvemos guardianes de una memoria ajena, y creo que esa no es una tarea que deberíamos tomar a la ligera.
Pasamos de lectores a testigos lejanos, ¿de qué nos responsabiliza ser lectores?
A veces olvidamos que hablar del pasado es un acto presente, que las historias están siendo contadas cada vez que las leemos.
¿Cómo se escribirá mañana sobre la crueldad de hoy?
No lo sé, pero espero que con historias así que le regresen la dignidad a todos esos cuerpos.
Que hablen sobre sus almas. ¿A dónde irán las almas de esos niños? ¿A dónde irán las almas de quienes los asesinan?
Lo que no puedo dejar de preguntarme es: ¿cómo se leerá mañana sobre la crueldad de hoy?
Porque sí, mucho se habla de quién produce, pero y quiénes consumimos qué.
¿Qué nos hace lectores? ¿Abrir un libro? ¿Leer, conmovernos? ¿Sentir? ¿Levantarnos de la silla? ¿Recordar las historias?
Eso que queda cuando la violencia pasa, ¿qué se hace con esa memoria?
A veces tengo la sensación de que leer esas historias nos hace cómplices.
Nos volvemos guardianas de una historia que no es la nuestra y que, sin embargo, se parece mucho. Y no hay tarea más delicada que esa, la de velar por un otro en su ausencia. La de cuidar una historia sin querer meter las manos.
No quiero ser una simple coleccionista de historias crueles. Eso pensaba mientras leía Actos Humanos. Pasar de largo por esos libros y esas vidas nunca me ha parecido una opción, pero tampoco me lo parece catalogar violencias y dejarlas que se empolven en mi memoria.


uf amé lo de volvernos guardianes de la memoria y las historias ajenas :’) me encantó leerte 🫂
Me recordaste a todas las veces que me he quedado atrapada en historias que parecen pesadas, pero que de alguna forma no puedo soltar y que me dejan con una sensación que aunque no es mía, no sé, me abraza. Me toma de 2 a 3 semanas habiles recuperarme emocionalmente de un buen libro xd